Un equipo de investigadores alemanes ha desarrollado uno llamado iSkin, unos sensores están hechos de silicona biocompatible y van adheridos a la piel. Son sensibles a la presión y se pueden colocar en distintas partes del cuerpo, como puede ser un antebrazo, el dorso de la mano, un dedo e incluso en la parte posterior del lóbulo de la oreja. Quedan sujetos mediante un adhesivo de tipo médico, que se puede retirar fácilmente después de usarlo sin causar daños a la dermis.

La robótica ha servicio de inspiración para desarrollar el prototipo de iSkin. Los científicos germanos han aplicado diversos avances relacionados con la denominada piel electrónica que usan algunos robots para poder recibir señales de su entorno, combinados con técnicas recientes de prótesis humanas, capaces de sentir la presión y la temperatura. Sin embargo, la novedad de iSkin es que está especialmente diseñado para interactuar con dispositivos móviles, como si fuera una segunda piel que resulta confortable y se adapta a los contornos del cuerpo.

La mayoría de los componentes electrónicos actuales son rígidos, lo que limita las zonas del cuerpo donde se pueden llevar puestos, como la muñeca o la cabeza. En cambio el sensor iSkin es flexible y elástico, y puede detectar la presión cuando el usuario lo dobla o lo estira. Los prototipos presentados permiten realizar diversas funciones, como subir o bajar el volumen, reproducir o para la música y responder llamadas de teléfono. Además, pueden ser de una gran variedad de tamaños y de formas. Entre ellos incluso hay un teclado flexible y desenrollable para relojes inteligentes.

El sensor está hecho de varias capas de material. La base está formada por un polímero orgánico compuesto de silicona llamado polidimetilsiloxano (PDMS). Luego se mezcla silicona líquida con polvo de carbono negro conductivo para formar una fina película. Después los diseños se cortan con láser. Finalmente el conjunto va protegido entre dos capas de silicona. El resultado es prácticamente transparente y además hecho con materiales biocompatibles, como los implantes mamarios, por ejemplo. El sensor se puede limpiar con agua e incluso se puede desinfectar. Es barato de fabricar; producir una hoja del tamaño de una carta cuesta un dólar. El sensor táctil es de tipo capacitivo y resistivo; es capaz de detectar entradas táctiles con dos niveles de presión, incluso aunque esté estirado un 30 por ciento o si se doble en un radio de medio centímetro. Admite áreas para un solo o múltiples toques, y también se le pueden incorporar deslizadores y ruedas para hacer clic. Todavía es un prototipo que requiere investigaciones posteriores.